sábado, 28 de marzo de 2015

MOMENTOS PARA RECITAR POESÍAS Y OTROS PARA BOXEAR

La idílica estampa del escritor en estado de trance escribiendo tras un escritorio rodeado de libros y con una perfecta rutina creativa, es una imagen recurrente, pero no siempre real. 

Arthur Cravan
Una gran parte de literatos han tenido que ganarse el pan con todo tipo de trabajos hasta lograr dedicarse de lleno a la literatura; otros, sin embargo, han muerto sin poder consagrar todo su tiempo al oficio de escribir. William Faulkner, antes de alcanzar la fama, llegó a ser cartero y hasta pintor, al igual que el escritor flamenco Louis Paul Boon: pintor de brocha gorda antes de trabajar a tiempo completo en su apasionante literatura. El irreverente Charles Bukowski tuvo como oficio el de cartero durante una etapa de su vida, algo que se refleja en su novela autobiográfica: Cartero. Kafka fue pasante y agente de seguros; el egipcio Naguib Mahfuz funcionario y hasta se dice que bibliotecario (un sueño para todo amante de los libros), al igual que Borges, al que le debemos ese delicioso relato que lleva por título La biblioteca de Babel. Curiosa también la "doble vida" del japonés Haruki Murakami, que trabajó en una tienda de discos y más tarde regentó un club de jazz; o el flamenco Hugo Claus, que antes de convertirse en el artista total que fue se ganó la vida con los empleos más variopintos, hasta trabajando de peón en una fábrica de azúcar.

Un caso curioso lo hallamos en la peculiar vida de Arthur Cravan (1887-1918), cuya existencia puede resumirse en la frase extraída de Los detectives salvajes de Bolaño: hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear.

Arthur Cravan en su faceta de boxeador

Dos metros y cien kilos eran las medidas físicas del excéntrico Arthur Cravan, sobrino de Oscar Wilde y amante de la poeta Mina Loy. Se dedicó no sólo a la literatura y la poesía en particular, también al boxeo. Puede que sus escritos no aparenten (las apariencias engañan) medir tanto como su físico ni como la de otros escritores, pero su tarea literaria se forjó entre artistas, alcohol y bares y a través de todo tipo de poéticos oficios: leñador, mulero, marinero, chofer... Editó una revista cultural que tuvo cinco números entre los años 1912 y 1915: Maintenant; y como afirmaba odiar las librerías, él mismo vendió los ejemplares llevándolos en un carrito. 

¿Cuál es esta noche mi error? 
¿Qué entre tanta tristeza? 
Todo me parece bello,
el dinero que es real,
la paz, las vastas empresas, 
los autobuses y las tumbas; 
los campos, el deporte, las queridas, 
hasta la vida inimitable de los hoteles. 
Quisiera estar en Viena y en Calcuta. 
Tomar todos los trenes y todos los navíos, 
fornicar con todas las mujeres 
y engullir todos los platos. 
Mundano, químico, puta, borracho, músico, 
obrero, pintor, acróbata, actor; 
Viejo, niño, estafador, granuja, 
ángel y juerguista; millonario, burgués, 
cactus, jirafa o cuervo; cobarde,
héroe, negro, mono, Don Juan, rufián, lord, campesino,
cazador, industrial, fauna y flora: 
Soy todas las cosas, todos lo hombres y todos los animales.
¿Qué hacer?

LA PROVOCACIÓN. ARTHUR CRAVAN

 
Hasta llegar a la leyenda de su muerte: en 1918, tras haber recorrido medio mundo, desaparecieron tanto él como su cuerpo. Sobre este hecho se dijo que algún marido celoso se lo quitó de en medio, o que se esfumó tras una homérica borrachera; lo más probable es que su barca fuese engullida por el mar durante su último viaje por el Atlántico, en el Golfo de México. Puede que Bolaño estuviese pensando en Cravan para incluir la cita en su novela: hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear. Y Cravan la convirtió en su ley de vida.

jueves, 12 de marzo de 2015

DE ENTRE LOS MUERTOS. PREMIOS Y OLVIDOS EN LA POESÍA DE JUAN VICENTE PIQUERAS

"... saben que el amor le debe su existencia 
a la gramática." 

En De entre los muertos, la película dirigida por Alfred Hitchcock (conocida también como Vértigo) y a pesar de lo que aparenta indicar su título, la protagonista (Kim Novak) nunca muere para volver del inframundo porque siempre estuvo viva, muy viva y alguien (en este caso Hitchcock) nos engañó haciéndonos creer que tras estar muerta había regresado al mundo de los mortales.

De entre los muertos (Vértigo) - 1958
 Pero esto a Hitchcock no sólo se le perdona, también se le agradece; no así que algunos hayan "matado" u olvidado (que puede –o no– ser lo mismo) al poeta Juan Vicente Piqueras (1960), ya que éste jamás ha estado en el hades (ni poético ni espiritual) pero como él mismo ha afirmado en varias ocasiones y reafirmándose tras concedérsele el Premio Loewe en el año 2012, nunca ha aparecido en las más de doscientas antologías de poesía en castellano de los últimos tiempos, algo que no sólo resulta extraño, también es hiriente e insultante, y me gustaría pensar que ha sido una "simple" sucesión (unas doscientas) de confusiones de editores y antologadores... puede ser, pero el estropicio es inmenso, la injusticia imperdonable, y la ceguera de éstos un dislate de auténtico premio para con uno de los grandes poetas de la actualidad y de largo el mejor de su generación.

Uno se pregunta si quizá este injustificable lance tenga relación con la independencia de Piqueras o al hecho de no arrimarse a ciertos poderes fácticos –no sé si será su caso–; o puede que a causa de las modas poéticas pasajeras, con esos extraños poetas mediáticos que escriban lo que escriban resultan  omnipresentes, que aparecen en los medios por abrir la boca y los antologan por decreto por muy poco y mal que escriban. Que Piqueras no haya aparecido en ninguna antología de nuestro país no significa que éste no "viva" y sobreviva en plena forma fuera de esas colecciones (por ende incompletas) y que además sea perfectamente reconocido y valorado por crítica y lectores de poesía como uno de los mejores poetas vivos de nuestro idioma.

En la poética de Piqueras va circunscrita una meridional línea geográfica, una brújula vital con un carcaj de versos que siempre apunta al sur: Roma, Atenas, Argel; mas siempre acude a su raíz primigenia, de la que todo surge y termina por inundar sus poemas: Los Duques (Requena). Y redunda en Aldea (dualidad como poemario y como fuente), un lugar en apariencia pequeño pero inmenso, tanto como una urbe infinita que latente rezuma su esencia en cada uno de sus poemarios; sus versos se elaboran desde lo minucioso, en la búsqueda de vocablos precisos, mediante versos de orfebrería y pasiones personales. 

Sólo sé lo que quiero si me pierdo.
Amo mi perdición. Cultivo ortigas.  
(...) 

CULTIVO ORTIGAS - J. V. Piqueras


Yo que tú (Manual de gramática y poesía), 2012
Sus poemarios han sido jalonados con diversos e importantes premios: José Hierro, Antonio Machado, Valencia de poesía, Crítica valenciana, Premio del Festival Internacional de Medellín, y el más reciente el Premio Loewe; pero a pesar de todo, de tanto galardón y de las más de doscientas tropelías cometidas hacia su poesía, Piqueras da la sensación de desear pasar de puntillas por todo, sin hacer más ruido que el tintineo de sus versos tras ser leídos. 

Y aún me pregunto: ¿dondé quedaron los ojos, las manos y las páginas que han obviado editores y antologadores? ¡Alfred, te echamos tanto de menos! 

Yo nací ayer y moriré mañana.
Lo mismo que tus ojos que hoy me leen.
Lo mismo que tus manos que acarician 
las páginas que somos,
el aire que seremos y que ahora la mueve.
(...)

FELIZ CUMPLEAÑOS - J. V. P.