viernes, 9 de diciembre de 2016

POESÍA EXPERIMENTAL DE LOS CINCUENTA EN LENGUA NEERLANDESA


Poesía experimental de los cincuenta en lengua neerlandesa. 
Ensayo y antología poética, Ravenswood Books Editorial (2016). Cubierta de Noa Cruz

El ímpetu de los experimentalistas dio lugar a la mejor generación de poetas en lengua neerlandesa de todos los tiempos. […] Sus formas resultaron revolucionarias, y la conmoción fue total, resultando el movimiento de renovación poética más importante y radical del pasado siglo XX. 

Poetas antologados: Hans Andreus, Ben Cami, Remco Campert, Hugo Claus, Jan G. Elburg, Jan Hanlo, Gerrit Kouwenaar, Lucebert, Sybren Polet, Paul Rodenko, Bert Schierbeek, Paul Snoek y Simon Vinkenoog. 

[...]
(oh buey sangrante de mi imaginación 
pendiendo entre dos nubes marmóreas 
gotea tu sangre sobre todas las cosas que toco  
o veo al mundo lo veo paulatinamente 
purificado y engullido en canal)
[...]

«El material del poeta», Lucebert

Dos cerdos abiertos en canal

Crítica del poeta y crítico José Luis Morante (Pinchar aquí).

Para ver otras pinturas, pinchar aquí

miércoles, 23 de noviembre de 2016

AMERICAN HISTORY

Ya han transcurrido unas semanas del atracón electoral de las presidenciales en EE.UU. y la posterior y merecida resaca, que ha sido proporcional a la ingesta. También hace escasos días terminé de visionar el último capítulo de la cuarta temporada de House of Cards, una serie superlativa, sin duda de las más atractivas y suculentas en el actual panorama, la mejor en el apartado político, magnífica en el perfecto reflejo del engranaje de la administración más poderosa e influyente del planeta y de la política en general; refinada y deliciosa en su estética: es sencillamente perfecta.


No he entendido nunca esa animadversión enfermiza hacia EE.UU.; ni la comparto ni mucho menos la entiendo. No comprendo el odio (me ahorro calificativos) hacia todo lo que suena a americano (del norte), o provenga de allí: aversión tan propia en estas latitudes. Los errores que puedan llegar a cometer los países (muchos de ellos interpretables), cuando tienen lugar, son perpetrados por personas como nosotros, y ello no implica hacer un todo negativo contra una nación al completo, ni contra sus ciudadanos, ni contra su historia. También la cultura lo salva todo. 

El mundo no sería el mismo sin «inventos» de la America del norte: con el jazz, o el género western, ya bastarían, por ejemplo, todo genuina y puramente americano. La cultura quedaría huérfana y mutilada sin algunos hijos de America: Scorsese, Poe, Withman, Bob Dylan, Edward Hopper, T. S. Eliot, Leonard Bernstein, Ezra Pound, George Gershwin, W. C. Williams, Guns N' Roses, Herman Melville y Moby-Dick, John Ford, Samuel Barber, Coltrane, Parker, Miles Davis, Gerry Mulligan y Chet Baker, David Lynch, Twain... Nada sería lo mismo. O la entrañable cena de Thanksgiving Day y su famoso pavo, acompañado de su salsa de arándanos y que es finalizada con un pastel de calabaza.

Y por todo ello, en este día de Acción de Gracias, he desempolvado (literalmente) de mi biblioteca tres libros sobre historia de EE.UU., tres pequeñas joyas, repletas de grabados (como a mí me gustan), y con una pequeña historia detrás de cada uno de ellos.

* Historia Biográfica de los Presidentes de los Estados Unidos
(Enrique Leopoldo Verneuill, 1885. Folio menor).


En folio menor, holandesa en piel y cartoné, y texto a doble columna. Bellos grabados, cascada de datos y emotivas anécdotas.

Detalle del sarcófago del presidente G. Washington, enterrado en Mount Vernon.

* A Brief History of the United States
(Joel Dorman Steele, 1885).


Un libro entrañable, que no es otra cosa que un manual escolar de una niña de finales del siglo XIX, en concreto de Miss Eva A. Taylor, de Battle Creek (Michigan), como ella firma en las guardas de la obra el 15 de septiembre de 1892. Y a lo largo de sus páginas se van apreciando sus personales transformaciones, pero también las del país: su letra, el paso de los años, anota muertes y subraya lugares, actualiza datos, apunta nombres, presidentes, guerras; se enamora. En el capítulo en donde se habla de la Guerra Civil aparecen dos florecitas secas. ¿Cuándo y dónde las cogería la joven Eva?



* Barnes's Elementary History of the United States Told in Biographies
(James Baldwin, 1903).


Un libro básico de historia norteamericana, pero muy intersante y hermosísimo, profusamente ilustrado cuyo desarrollo tiene lugar mediante los personajes más importantes que construyeron el país. En sus páginas hace acto de presencia la  transformación y evolución de EE.UU., refrendada en minuciosos mapas.
Curiosísimo esa especie de exlibris del propietario anterior (o primitivo) del libro, que firma en 1910 un tal Lloyd Odell, de la Chautauqua Institution, que en la actualidad aún sigue existiendo en la ciudad de Nueva York.




[...]
Ah! on Thanksgiving day, when from East and from West, 
From North and from South comes the pilgrim and guest; 
When the gray-haired New Englander sees round his board 
The old broken links of affection restored; 
When the care-wearied man seeks his mother once more, 
And the worn matron smiles where the girl smiled before; 
What moistens the lip and what brightens the eye, 
What calls back the past, like the rich Pumpkin pie?
[...]

«The Pumpkin», John Greenleaf Whittier (1807–1892)

 

miércoles, 16 de noviembre de 2016

DESDE NUEVA YORK: CUADERNOS DE HUMO 13

humo (Del lat. fumus.)
1. m. Mezcla visible de gases producida por la combustión de una sustancia,
generalmente compuesta de carbono, y que arrastra partículas en suspensión.
2. m. Vapor que exhala cualquier cosa que fermenta.
3. m. pl. hogares (‖ casas).


Desconozco si el nombre de la revista Cuadernos de Humo, con sede en Brooklyn, hará referencia a la primera, segunda, o bien tercera acepción de la RAE, pero parece claro que a día de hoy resulta imposible guardar el humo, salvo con la pericia de un imposible prestidigitador de lo incorpóreo.

El humo representa lo efímero; y puede que en cierto sentido los poemas también: sólo comienzan a perpetuarse cuando palpan el papel. Es por ello que el editor de la revista, Hilario Barrero, posee ciertas dotes de prestidigitador, al que lo imagino oteando la vida desde un alto rascacielos cuando la luz decae en su Nueva York de adopción y apunta en un cuaderno todo cuanto observa, todo cuanto escucha, y todo cuanto imagina.

 

Hilario Barrero se jubiló hace un año como profesor de literatura. Es un poeta de enorme singularidad, poso oscuro, gongoriano y hermosa plasticidad, que de manera elegante y magistral también cultiva la traducción (Kenyon, Ted Kooser, Henry James) y unos exquisitos diarios (neoyorquinos) que aparecen cada dos años. La revista Cuadernos de Humo, en cuyo último número he participado, es otra forma de entender la literatura de este poeta toledano.

Recuerdo cuando fui invitado a participar en la revista de poesía La Galla Ciencia, en su número de octubre de 2015, y aún rememoro la sensación que sentí al recibirla, al pasar las páginas, oler el papel, su tinta: ¡era tan hermosa, que casi sentía miedo de tocarla! Hoy he experimentado la misma sensación; la he tocado, y la he olido (olía a las grandes avenidas de Nueva York, a sus altos cielos, a sus aguas, lo sé, aunque nunca haya estado allí sé que esa ciudad desprende ese olor); el papel inmaculado, los caracteres negros, y en el pie de imprenta la leyenda de haber sido editada en Brooklyn: Printed in USA.

La revista en sí es una pequeña joya, en donde se pueden disfrutar de una veintena de sugerentes y enigmáticos dibujos del propio Barrero, que en este caso los poetas invitados son acompañados por un par de poemas de Emily Dickinson y James Tate traducidos por él mismo. Me entusiasma haber participado un número tan bonito, el 13, y en la serie «Donde está el fuego», puesto que el fuego extingue, pero también purifica.

Hilario, gracias por invitarme a comer en tu festín de imágenes y palabras. 

martes, 28 de junio de 2016

CONSERVA EL DESEO: LA POESÍA ANECDÓTICA DE HUGO CLAUS

Cada uno tiene sus manías, y sus escritores y poetas fetiche —en mi caso una docena; o quizá incluso dos o tres más—, y algunos que resultan una verdadera obsesión —cuatro, o quizá cinco—, turbadora y enfermiza. Hugo Claus está entre estos últimos.

La editorial Huerga & Fierro ha editado la primera antología poética de Hugo Claus (1929-2008) en nuestro país, el escritor más importante y trascendental de la literatura en lengua neerlandesa (Flandes y Países Bajos) de los últimos tiempos; un creador que fue capaz de canalizar su inusual genialidad y transformar en alta literatura la virtud de ser dueño de una escritura y un estilo singular.

Destacó como poeta, un poeta posmodernista influido por T. S. Eliot y principalmente por Ezra Pound, aunque también por los clásicos griegos y latinos y por los poetas españoles del Siglo de Oro; pero también destacó como novelista bajo el influjo de escritores como los flamencos Cyriel Buysse y Louis Paul Boon, el irlandés Joyce y los  norteamericanos William Faulkner y Erskine Caldwell, si bien, la realidad es que Claus destacó en todas y cada una de las facetas artísticas que tocó: cineasta y guionista de cine, traductor, ensayista, autor de libretos de ópera, dramaturgo, adaptador de textos clásicos, pintor abstracto y miembro del Grupo CoBrA, escritor de relatos... en resumidas cuentas: un creador total sin límites.

Considerado uno de los tres grandes de las letras neerlandesas modernas, junto a Cees Nooteboom y Harry Mulisch (grupo a los que creo que habría que añadir a Gerard Reve y a Jan Wolkers), estuvo presente durante muchos años en las quinielas para hacerse con el Premio Nobel de literatura, en ocasiones hasta casi se dio por hecho que recibiría un galardón que ya merecieron mucho antes Simon Vestdijk y W. F. Hermans, o los ya citados Mulisch y Nooteboom (el único de ellos aún con vida).

Es el neerlandés la única lengua que con un número considerable de hablantes ninguno de sus escritores ha sido galardonado aún con la renombrada distinción, aunque como he repetido hasta la saciedad y con enfado, quizá sea el Nobel quien no merece tener a la lengua neerlandesa ni a sus escritores entre los galardonados. Bien es cierto que Louis Paul Boon habría recibido el premio, de no haber muerto de un infarto pocos días antes. Como anécdota personal, durante muchos años estuve enviando correos electrónicos a la organización del Nobel, justificando por qué debían de premiar a algún escritor en lengua neerlandesa, e insistiendo en los nombres anteriormente citados. El mismo día que Claus falleció, volví a escribirles por última vez, y enfadado, vistiéndome de cierta irreverencia de la que en ocasiones hacía gala el propio Claus, los mandé a freír espárragos.    

La poesía del poeta flamenco es imposible de disociar de su obra general tal y como muestra la bellísima antología recién publicada por la editorial Huerga & Fierro (especialistas en editar a literatos en lengua neerlandesa) y titulada con gran acierto Conserva el deseo, un Hugo Claus que fue uno de los máximos exponentes del controvertido movimiento poético-artísitico de De Vijftigers (Los Cincuentistas), el grupo poético experimentalista en lengua neerlandesa.

Los poemas de Claus son microhistorias que nacen de un simple detalle, de la anécdota (pues para Claus la vida no era más que una anécdota, un chascarrillo) y la evocación de la mediocridad humana como forma de vida, salpicando los versos de localismos —casi intraducibles— y duros vocablos dialectales. Su lenguaje era único, y en ocasiones atractivamente violento, al tiempo que nos tropezamos con deliciosos elementos autobiográficos.     

Una característica tangible en la obra de Claus fue la intertextualidad, algo que también se produce en sus poemas. La religión, la Biblia, el sexo, la muerte, o la pintura, fueron temas sempiternos y de gran calado en sus composiciones, aludiendo a otras obras.



El mundo de Claus, y no me harto de decirlo, fue singular, difícil de comparar con el de ningún otro escritor —guste más o menos—, en el que convivieron interpretaciones contrapuestas que lo acompañaron toda su vida. Su relación con las religiones fue siempre muy compleja, algo que arrastró hasta el final de su vida, principalmente con la religión católica, pero curiosamente el elemento religioso aparece una y otra vez en sus poemas, revestido de diferentes ropajes.

Aunque Claus jamás se sintió un separatista (flamenco) —sino todo lo contrario: luchó con ahínco contra la sinrazón secesionista que aún sigue amenazando Bélgica—, y sin hacer distinción alguna entre flamencos y valones en un sentido político, sí ha cantado en sus versos la atracción que ha supuesto para él y su obra el sentimiento flamenco y Flandes, tal y como se puede leer en el bellísimo poema «Flandes Occidental»:   

País primaveral de granjas y leche      
Y niños de madera de sauce      
País estival y febril cuando el sol     
concibe sus crías entre el trigo      

Los poetas españoles, y más concretamente los del Siglo de Oro, como Góngora o Quevedo (de los que a buen seguro extrajo el lenguaje pícaro tan característico de la época), fueron una clara influencia en su poesía.

A partir del año 1999, Claus comienza a sufrir problemas de memoria, confirmándose más tarde que sufría la enfermedad de Alzheimer. El escritor, sintiendo cómo la enfermedad afectaba a su día a día y la degeneración que estaba experimentando, decidió muchos años antes poner fin a su vida mediante la eutanasia, hecho que tendría lugar en el año 2008 y envuelto en una gran polémica. En el poema «Repaso», de 2004, existe una parte en la que detalla las sustancias que se utilizan en la eutanasia para poner fin a la vida, y que a la postre así ocurriría con Claus.

Destacar el extenso y acertado prólogo de Mercedes Monmany, y la excelente traducción de Ronald Brower, importante dramaturgo neerlandés que ha traducido entre otros a G. A. Bredero y Gerard Reve, y forma parte del equipo artístico del Teatro de La Abadía (Madrid). En Conserva el deseo el lector hallará una visión amplia y variada de los estilos y épocas de Claus que queda perfectamente representada, entendiendo con esta selección la dificultad a la hora de extraer unos poemas y descartar otros de la vastísima e inabarcable producción del poeta flamenco. En esta antología este hecho queda perfectamente resuelto, y cuyo resultado es una edición exquisita con la que el hispanohablante podrá disfrutar por fin de un autor tan especial y de una poesía de singularidad extrema.   

Hugo Claus ha sido y sigue siendo para mí un asunto personal; una auténtica obsesión: cada uno tiene las suyas y debe convivir con ellas, formando parte de mí desde hace casi veinte años, primeramente como lector de su impactante poesía. Su muerte me pilló en Ámsterdam, una de las ciudades en las que residió y vivió, en todos los sentidos; también lo he traducido, tanto su poesía como su prosa, y a menudo pasé por el café al que acudía su ex mujer, Sylvia Kristel (actriz del filme Emmanuelle y con la que tuvo su segundo hijo), junto a la facultad de literatura de la Universidad de Ámsterdam. Cuando tuve consciencia de que yo también escribía, la obra de Claus comenzó a ser una fuente a la que he acudido de manera natural.    

Probablemente Hugo Claus fuese uno de los últimos escritores de una estirpe de creadores que ya no se volverá a repetir, que escribió de la misma forma como vivió: ¿y quién no hubiese deseado vivir así para escribir como él?

Conserva el deseo. Poesía esencial (Edición bilingüe). CLAUS, Hugo. Huerga & Fierro editores, Madrid. 2016. Traducción y selección: Ronald Brouwer. Prólogo: Mercedes Monmany.

martes, 5 de abril de 2016

ROGER WOLFE: ENTRE LA ESTEPA Y LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO

He leído todos los géneros que ha cultivado Roger Wolfe a lo largo de sus treinta años de carrera literaria; he leído casi toda su obra, pero no es este hecho nada extraordinario, pues otros ya lo han hecho antes que yo. Ahora he terminado de leer el primer volumen de su autobiografía, titulado Luz en la arena y publicado en 2013 por la editorial ZUT. Para el que sólo conozca su afán poético, sus libros de ensayos, los innumerables relatos y demás escritos, o la brutal novela El sur es un sitio grande, le sorprenderá el tono y el intimismo del que hace uso en este primer tomo autobiográfico, hasta tal punto de creer que es un escritor diferente al de sus anteriores obras; o acaso esa dualidad que el angloespañol tan bien representa: en ocasiones es Dr. Jekyll, y en otras Mr. Hyde.

Luz en la arena es un libro delicioso en todos sus aspectos, rebosante de  anécdotas y nostalgias, de momentos evocadores hasta tal punto de llegar a ser dolorosos por el hecho de haber pasado ya sin la esperanza de que regresen, y las páginas se construyen con detalles y hermosas descripciones estructurándose de manera amena en breves capítulos independientes... es, en definitiva, un hermosísimo y delicioso testimonio.

Luz en la arena sigue la estela de otras obras del género que recuerda al primer tomo autobiográfico de Coetzee o a La lengua absuelta de Canetti, cuya finalidad es hurgar en el recuerdo y en los sentimientos de una época que ya no volverán para su autor, para describir una infancia que en la de Wolfe transcurrió entre dos culturas y lenguas (curiosamente como Canetti), desarrollándose de forma bella y entrañable con un tono nostálgico e intimista; y a su vez encuentro en Wolfe gran paralelismo en aquello que afirmaba Eliot con respecto a cuánto le debía al hecho de haber nacido americano pero haberse desarrollado en la Inglaterra que lo adoptó, puesto que nada –ni su vida ni su obra– serían igual sin esta determinante circunstancia, algo que también parece suceder con Roger Wolfe


Existen pocos escritores que cultiven un abanico tan amplio de géneros y lo hagan tan delicadamente bien (aunque la sutileza no sea en ocasiones la palabra precisa), con un sello propio, personal e inconfundible como el que esgrime Roger Wolfe en sus escritos. Es muy difícil, por no decir casi imposible, encontrar un autor no sólo en lengua española sino en ninguna otra, que ahonde con tanta maestría en las múltiples facetas de la literatura como el angloespañol: poesía, relato, traducción, ensayo (que él denomina «ensayo-ficción»), diario, novela... y hasta letrista para el músico Diego Vasallo o su colaboración con Rafa Berrio; es muy difícil; apostaría a que es casi imposible. Es por ello que ha sido calificado como «escritor total».


Roger Wolfe, considerado el impulsor del nuevo realismo poético español, es el más vigoroso y original creador de su generación y una de las voces más singulares y radicales del panorama nacional, heredero directo de T. S. Eliot, Raymond Chandler, Bukowski, Baudelaire, Céline, Rubén Darío o César Vallejo. Con un estilo rotundo y sin fisuras, Wolfe es un autor único e incomparable que se reinventa con cada una de sus obras, y allí en donde aparenta ser un lenguaje coloquial y sencillo, subaycen ríos de literatura, clásica y moderna, de nuestro idioma y de otros, catalizador y exponente de la tradición anglosajona como nadie lo ha hecho en nuestra lengua. Un lobo estepario que transita entre lo políticamente correcto y lo incorrecto; un lobo; un lobo solitario; un lobo, feroz.




viernes, 19 de febrero de 2016

MANDORLA; VALENTE

Sigo volviendo a Valente, tal y como me ocurre con otros poetas, y pienso en su trayectoria, en el misterio de su poética. Resulta extraño, pero ¿por qué Valente  tiene tan poco en común con su generación? El escritor gallego huyó literalmente de la Generación del 50 para buscar su propio nido, y el vuelo –el ave, que en su poesía es un elemento redundante– le llevó a nuevos derroteros: Lezama Lima, María Zambrano o Edmond Jabès. Valente fue un ave inquieta que se nutrió del arte, de la filosofía, del misticismo... buscando algo nuevo de manera totalmente consciente hasta poseer un estilo propio (que al fin y al cabo es lo que todo poeta ansía); puede que por eso huyese de esa primera etapa, pasando por otras y cargando siempre con esas esencias nuevas que encontraba en su nuevo destino y se llevaba al siguiente.
J.A. Valente. Fotografía: Manuel Falces
Bajo mi punto de vista en Valente se observan tres etapas poéticas: una iniciática junto a la Generación del 50, por simple contemporaneidad con aquellos poetas con los que convivió; una segunda época a mediados de los 60 en la que su poesía es eminentemente mística bajo la influencia de San Juan de la Cruz, Miguel de Molinos e Isaac Luria; y la última etapa –poética y vital– que coincide con su llegada a Almería en 1985 y se prolonga hasta su muerte.

La palabra desnudez es un concepto preciso para definir su poesía; es un verbo descarnado. Su palabra carece de revestimientos, y mucho menos de algún resquicio de falsedad; su palabra (en el sentido más amplio) es sólo hueso, roca... o desierto. Es en la última etapa de su vida cuando Valente se mimetiza con la naturaleza hostil que encontró en el sur, ausente de florituras ni rimbombancias: en Almería halló esa luz que buscaba desde el inicio, la luz prístina que recogía uno de sus primeros versos y casi al final de su existencia se hizo palpable. Aún hoy en día hay lectores e incluso poetas que lo catalogan de “radical” u “oscuro”, curiosamente él, que ansiosamente buscó la luz. 
http://www.rigamarolepress.com/sacred.html
En 1982 José Ángel Valente publicó un poemario cuyo título era Mandorla. La mandorla (palabra italiana) hace referencia al marco en forma de almendra que circunda algunos personajes sagrados, siendo utilizada en el arte románico y bizantino. Cuando el año pasado se abrió al público la que fuese su casa convertida ahora en museo, me hizo pensar en la mandorla, no sólo como lo que es, sino como una idea (cuasi filosófica) que entiendo que resume y enmarca toda su poesía, pero no como algo impenetrable sino permeable a otras disciplinas, autoexiliándose (haciendo uso del concepto luriano) para recoger otras esencias y regresar, como lo haría el ermitaño a su caracola. Mandorla en una doble dirección: pensamiento y materia; su poética y su casa.

Y resistió, solo, dentro de su poesía, con esa comunión entre el yo interior y lo exterior, la alianza entre la naturaleza (por muy despiadada que fuese) y el ser humano; en definitiva: el equilibrio entre lo espiritual y lo material. En Almería y su desierto contempló la verdadera imagen de su poesía, erigida como un axioma; como una verdad, casi como la verdad: mandorla.

Estás oscura en tu concavidad      
y en tu secreta sombra contenida,      
inscrita en ti.             
Acaricié tu sangre.      
Me entraste al fondo de tu noche ebrio      
de claridad.             
Mandorla.